Brújula es el monólogo de un profesor vienés de música, Frank Ritzer, en una noche de insomnio debido a que le diagnosticaron una enfermedad terminal. En esa noche confiesa todas sus frustraciones ante la vida. Nos habla de su incapacidad para ser músico o compositor, de su amor por oriente y de su otro amor Sarah. Esto todo lo va mezclando con textos o artículo que tienen relación con lo que acontece.Con una herida que aun sigue abierta, Frank, encerrado en su apartamento y con unas infusiones lo llevan a la soledad de sus recuerdos; a como vivió la crisis de la civilización en la que se vio inmerso. Dicha realidad, de la que intentaba escapar con el opio, el narcótico que hacía el mas mísero deseo realidad y que no le funcionó esa noche.
Brújula basa su trama entre las conexiones de Oriente y Occidente. Esto se observa por donde ocurren las acciones, por una parte Viena y por otra Estambul, los dos grandes limites entre los dos mundos. Nos relata la historia cultural de estas dos. Como hubo una Europa Oriental que gracias a la mezcla de culturas se formo como una región cosmopolita. Y por otra parte, como Oriente próximo, la cuna de la civilización, se va degradando por sus propios herederos. Bárbaros que destruyen el rastro de civilizaciones pasadas en su país. Y también, como creamos una frontera entre las dos. Geográficamente no se distingue una de la otra. Es decir, no hay una frontera natural como es el océano atlántico entre Norteamérica y Europa. Oriente no existe para oriente, es un invento de los europeas para distinguirse de lo que tanto desconocido y ajeno como inseparable.
Sin embargo, Mathias Enard no solo divaga en voz de Ritzer sobre los limites psicológicos, físicos o culturales de Occidente y Oriente. También, relata la historia imposible de amor entre el musicólogo y Sarah. Los dos amantes de el lejano Oriente, que como deja claro Frank ni lejano ni oriental, intentan materializar una pasión mutua al ámbito emocional. Cosa que no lograrán ya que jamás llegarán a la complicidad con la que tanto fantasean.
En cuanto al texto, Brújula no es un texto fácil de leer. El protagonista que se nos presenta consta de una inteligencia asombrante que no duda en cualquier momento en mostrarla. Por ello el texto esta repleto de citas de escritores, artistas y músicos del siglo XVIII y IX. Entre otros cita a Kafka, Balzac, Goethe o Nietzche o músicos como Bizet, Bethoven o Wagner. Autores que va hilando con sus reflexiones sobre Occidente y Oriente y sus vivencias en ellos junto con la pasión por Sarah.
En mi opinión, Brújula es el grito a la empatía y al intercambio. Un atlas de occidente y oriente. El intento de a través de la vida de una persona, indagar en lo universal y que lo va apoyando con citas referencias a autores. Esta tan gran ambición es Brújula, que si no fuera por Mathias Enard, se podría describir como un libro de historia. Si embargo, los limites entre el ensayo y la novela se rozan en varios momentos. Dejándonos una historia que por momentos pierde credibilidad e importancia. Al igual que en el libro, donde amor de Frank y Sarah es mas bien banal y ficticio y lo importante es su amor por Oriente. A Enard le ocurre lo mismo y no deja a la historia inmiscuirse y tener presencia en su tesis sobre Oriente.
Paulo Mouriño (2º BI)
En Brújula hay algo mágico y misterioso que nos atrapa. Mathias Enard, ganador del Premio Goncourt en el 2015, crea una novela capaz de guiarnos en la inmensidad del universo mientras nos enamora de los secretos de Oriente. La trama gira en torno al musicólogo vienés Franz Ritter. A través de sus recuerdos viajamos a lugares tan exóticos como Estambul, Damasco, Teherán, Alepo o Palmira. Lugares que en la actualidad puede que ya no existan como en su memoria. Conocemos su historia de amor con la enigmática Sarah, una parisina y orientalista tan sorprendente como el objeto de su estudio. Franz está aterrado ante la proximidad de su propia muerte. El insomnio se ha vuelto su mejor amigo y por eso emplea sus noches para encontrar un sentido a su vida y tratar de entender su pasado. Acompañando sus reflexiones somos capaces de explorar las relaciones entre realidades tan distintas pero a la vez tan iguales como Oriente y Occidente.
Es una novela escrita desde la perspectiva de un único personaje, Franz Ritter, por lo que nuestro narrador es homodiegético y protagonista. Además, la focalización es claramente interna. Franz dialoga la mayor parte del tiempo consigo mismo a pesar de dirigirse a veces a personalidades como Thomas Mann. La narración es un monólogo interior bastante caótico ya que el personaje salta del presente al pasado sin ningún tipo de aviso. Por lo tanto, la temporalización es anacrónica ya que hay muchas analepsis. Los capítulos se inician indicando qué hora es para así mantener un cierto sentido de continuidad temporal. En esas horas y en los saltos al pasado es donde radica el equilibrio narrativo de la novela porque su aparición es ordenada en el tiempo. El libro está plagado de digresiones y de descripciones de todos los paisajes y ciudades que Franz visita en Oriente Próximo. Debido a ello, el tempo de la novela puede llegar a ser lento en ciertas ocasiones.
Tal y como expresamos con anterioridad, nuestro protagonista es un hombre atrapado en sus recuerdos y en su terror a la muerte. Franz descubre que el final está más cerca de lo que nunca había imaginado y eso es lo que le hace replantearse su vida. Nosotros solo somos sus acompañantes en su último viaje a Oriente. Vive lleno de inseguridades y de reproches a sí mismo por todas aquellas cosas que no fue capaz de hacer. El error que más le ha marcado y que no para de repetir a lo largo de la novela es no besar a Sarah en Palmira. Cree que si se hubiese atrevido su vida habría sido muy diferente, pudiendo ser feliz. Él mismo confiesa, “(…) a veces un beso cambia toda una vida, el destino se transforma, se curva, da un rodeo”. Nunca ha podido volver a amar porque se pasó el resto de su vida esperando por ella y aún lo sigue haciendo. Incluso llega a decir en una ocasión que no está realmente enfermo, que le ocurre lo mismo que a Schumann y que sufre de mal de amores. Sin embargo, en su interior sabe que su amor nunca será posible, “la vida hace nudos, (…); nos cruzamos, luego el nudo se corre, durante años, en la oscuridad, y cuando pensamos que por fin tenemos sus manos entre las nuestras, la muerte nos lo arrebata todo”.
Franz también desea poder olvidar el dolor, la pérdida y el miedo que siente. Parece un adicto al opio porque dice continuamente que lo necesita. Sin embargo, solo lo probó un par de veces cuando era joven en Teherán con su amigo Faugier. Irán, “territorio de dolor y de la muerte”, un país que es el maestro en el arte del opio y del olvido. Ese misterioso lugar se convierte en su refugio en este intento de redención personal, “Una bocanada de opio iraní, una bocanada de memoria es una forma del olvido, del olvido de la noche que avanza, de la enfermedad que se impone, de la ceguera que nos invade”. Él cree que la droga y el pasado son su único refugio posible.
Además, sus palabras ocultan una crítica de la ceguera que sufre el mundo ante los problemas en Oriente. Muestra como el odio es irracional explicando como los yihadistas en muchas ocasiones libran batallas contra su propia historia al destruir instrumentos marciales que en realidad son de procedencia otomana. O nos habla de Alepo y de cómo jamás volverá a ser lo que era porque se encuentra “(…) perdido en el tiempo y condenado a la vez por la destrucción”. Franz puede dar una vuelta en su cama y tratar de olvidar pero nosotros no deberíamos hacer lo mismo. La ignorancia e indiferencia parecen ser los males que destruyen nuestro mundo.
A través de las ensoñaciones de Franz, Mathias Enard también comparte la idea de que en cierto modo la humanidad se está precipitando hacia la desaparición cultural. Cada vez le damos menos importancia a la arqueología, al arte en sí o incluso a profesiones como la de musicólogo. Este problema tiene más incidencia en el estudio de Oriente. Por ejemplo, en la novela se resalta la ignorancia que muchos de nosotros tenemos sobre músicos y eruditos dedicados a ese campo, como Félicien David y Francisco Salvador Daniel. De hecho existe el concepto de “Tercer Oriente” que los occidentales creamos a partir de nuestras expectativas y deseos irreales sobre ese lugar. El autor está convencido de que Oriente y Occidente no son realidades separadas, que siempre están presentes el uno en el otro y que sus nombres “(…) no tienen más valor heurístico que las direcciones inalcanzables que designan”.
Otro tema importante a lo largo de la novela es la red de unión entre todo tipo de personajes históricos importantes con Oriente como Balzac, Strauss o Mahler. Aunque sin duda tiene mayor importancia Beethoven y su vínculo con Franz. Esto se resalta especialmente con su réplica de la brújula suhrawardiana igual a la del singular músico. Un objeto que señala siempre a Oriente, hacia su verdadero hogar.
Finalmente, debemos resaltar las fortalezas y debilidades del libro. Mathias Enard ha sido capaz de hacernos viajar por lugares mágicos y llenos de misterio gracias a su poético y musical lenguaje narrativo. No obstante, sí es cierto que en ocasiones el libro se hace lento debido a las continuas menciones a personajes históricos. Además, la novela puede llegar a ser demasiado erudita haciendo que no sea apta para todos los públicos y que nos perdamos en la lectura.
A pesar de esto considero que la obra tiene una gran calidad narrativa que ayuda a reflexionar sobre el mundo en el que vivimos y sobre la fragilidad de nuestra propia vida. Invita a disfrutar del momento y a tratar de conocer más sobre una tierra no tan lejana como es Oriente Próximo. Brújula, una maravillosa guía en nuestro viaje por un mundo que nos es todavía desconocido.
Adela Cebeiro Munín (2º BI)