El testamento de María, de Colm Tóibín, Premio San Clemente

El testamento de María, Colm Tóibín, Lumen, 2014

Toibin-front ukEn Éfeso, en la actual Anatolia turca, una mujer rememora su vida en el exilio, asistida y vigilada por dos hombres de los que apenas se nos dice nada. La amargura y el arrepentimiento tiñen los recuerdos de María, una mujer palestina de religión judía. En su convivencia con los guardianes, que la apremian a recordar episodios de su vida, cita a un hombre que llevaba un ave salvaje enjaulada a la que alimentaba con conejos vivos. Y afirma que teme más a uno de sus vigilantes que al del ave. Este recuerdo se mezcla con la ejecución de varios hombres, mediante crucifixión. El lector, educado en la tradición católica, siente una especie de déjà vu, pero las referencias son, en las primeras páginas, aún escasas para situar el relato.

María, en una visita a un templo en Éfeso, es reconfortada por una estatua de la diosa griega Artemisa. Tras encargar una estatua de la diosa a un platero, recuerda los cambios que vivió en su juventud. Añora el tiempo en que disfrutaba el sabbat, junto con su marido e hijo, hasta los diez años de este. Después de esta etapa, recuerda cómo desde su pueblo, Nazaret, y otros cercanos, los jóvenes se iban a Jerusalén, entre ellos su hijo. Allí, su hijo y los amigos de este se hacen notar. Se había corrido la noticia de que un ángel removía el agua de un estanque y que el primero que entrase en él tras el acto del ángel sería curado de cualquier enfermedad. Tal ilusión había concentrado a tullidos, deformes, ciegos, lisiados y cojos. Un idiota, medio mendigo, medio retrasado, se quejaba de que él no tenía opción alguna por no disponer de un criado que lo metiese en el agua tras el paso del ángel. El hijo de María le preguntó si quería sanar, y, finalmente, le dijo que caminase, lo que el tullido hizo, causando el pasmo entre los presentes. Tal supuesto milagro, además, se había producido en violación del sabbat, atrayendo la atención y la censura de los poderosos hacia el hijo de María.

María es advertida por Marcos, un conocido de infancia, acerca del peligro al que se enfrenta su hijo, e incluso ella misma. Decide advertir a su hijo asistiendo a una boda a la que ambos están invitados, en Caná. Allí vivirá de cerca otros dos supuestos milagros, la resurrección de Lázaro y la conversión del agua en vino para los convidados a la boda. Lázaro, que llevaba muerto y enterrado cuatro días, vuelve milagrosamente a la vida por medio del hijo de María, con gran alegría de sus hermanas, Marta y María. Sin embargo, y en contra de la imaginación popular, el Lázaro resurrecto es más un zombi que una persona normal, y su descripción en la obra produce más dentera que admiración. En cualquier caso, la advertencia de María es rechazada casi con desprecio por su hijo.

Poco tiempo después las fuerzas que buscan la destrucción de lo nuevo se conjuran y deciden que el hijo de María será crucificado. Puesto que en Judea la pena de muerte solo puede ser impuesta por la autoridad romana, Pilato es empujado contra su voluntad a dictar pena capital. Y la crucifixión se realiza. María asiste a ella, con miedo a ser detenida. Por ello, y antes de la muerte de su hijo, escapa de allí, con ayuda de los seguidores de su hijo. La narración regresa entonces a Éfeso, donde sus vigilantes intentan convencer a María de que ella estuvo con su hijo hasta el final, y de que a los tres días de su muerte, volvió del reino de los muertos. María, que sabe que eso no es cierto, piensa que la vida de su hijo no valió la pena, pero calla y anhela el descanso, encontrando la paz en la gran diosa Artemisa.

Sabela Botana Ríos 1ºA

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